Frist: 2021-09-30

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El 13 de agosto del 2021 marcará los 500 años de la caída de Tenochtitlan. Cabe recordar que la ciudad, cuando la vence y arrasa Hernán Cortés, no era nueva ya que había sido establecida en 1325. Dos siglos después de su fundación en un islote indeseable del Lago de Texcoco se había convertido en uno de los centros urbanos más densamente poblados del mundo.
A esto cabe agregar que, para cuando las tribus nahuas llegan al Altiplano Central, la cuenca llevaba ya muchos años poblada, como lo demuestran las ruinas de la ciudad de Cuicuilco que tuvo que ser abandonada al hacer erupción el Xitle –de acuerdo a los fechamientos por radiocarbono, hace aproximadamente 2000 años– a esto se suman los restos de civilizaciones posiblemente más antiguas en Tlatilco y los recientes descubrimientos de trampas para mamuts en la zona del nuevo aeropuerto de Santa Lucía.
Esta misma densidad acumulativa sigue observándose hacia adelante. Como escribe el cronista franciscano Agustín de Vetancurt a finales del siglo XVII:
Don Fernando Cortez […] vedó la adoración de los ídolos en estos Reynos, destruyó sus aras, edificó templos al verdadero Dios, y en ellos colocó el estandarte de la Santa Cruz, la imagen de N. Señora, y de los Santos, ganó la ciudad á fuego y sangre, y el año de 1521, la bolvió a edificar, de nuevo en mejor forma, en el mismo sitio que fue cabeza en su gentilidad del Imperio Mexicano, porque la que fue maestra de los gentilicios herrores, fuesse cabeza de las catholicas verdades.
El pasaje –que tiene el encanto de una ortografía que hoy no compartimos– muestra los dos impulsos: el de destrucción pero, sobre todo, el de reconstrucción. Hay que recordar que, en general, los españoles no construyeron sus nuevas ciudades en los mismos sitios donde estuvieron los fuertes y templos prehispánicos. Que esta es una práctica excepcional. Pero como señala Vetancurt, la potencia simbólica de Tenochtitlan es demasiado fuerte como para renunciar a ella.
Así, vemos las piedras del Templo Mayor reusadas en la Catedral, la Catedral enmarcando el Zócalo, que en el siglo XVII, volvió a ser lago tras la inundación de cinco años, que inicia en 1629. Pero la ciudad, que se había mudado a Coyoacán, regresa a su centro histórico para quedarse. El Zócalo volverá a ser mercado, después se convertirá en jardín y hoy ha devenido una plancha de concreto que acoge espectáculos, eventos cívicos y manifestaciones políticas y, en invierno, una popularísima pista de patinaje en hielo.
Otro ejemplo: Tlatelolco es el sitio del gran tianguis que fascina a Cortés y a Bernal, pero también el de una de las visiones utópicas más importantes al comienzo del virreinato: allí se construye el Colegio de la Santa Cruz, donde se prepara a los primeros intelectuales capaces de transcribir el náhuatl en caracteres latinos, capaces además de escribir en castellano y en latín. En Tlatelolco se construyó a mediados del siglo XX otro proyecto utópico: el multifamiliar más grande de América Latina, que prometía vivienda digna y moderna para las familias de clase media baja, pero que algunos años después fue testigo de la bárbara decapitación del movimiento estudiantil de 1968. En 1985 uno de sus edificios sucumbió al terremoto, el Nuevo León. Hoy en día, en lo que fue el edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores, se encuentra un museo sobre el movimiento estudiantil y un centro de investigación de la Universidad Nacional Autónoma de México.
En suma, la mejor descripción de la Ciudad de México en el sentido que nos interesa explorarla en este dossier de iMex es en tanto palimpsesto –siguiendo la definición que ha propuesto María Moreno Carranco: la ciudad como un tejido en que el lugar se reconfigura no sólo a través del medio ambiente construido sino también con nuevas prácticas espaciales, pero igualmente en la que, bajo las coordenadas de su mapa, aguarda la densidad vertical de sus capas históricas, de los regresos de lo que parecía dejado atrás: las inundaciones, las enfermedades, los terremotos; pero también la solidaridad, la belleza, el ingenio.
Nos interesa recibir textos sobre urbanismo, literatura, antropología y artes visuales (incluyendo narrativas visuales), así como de otros disciplinas, siempre y cuando se concentren en la densidad de la ciudad en cómo puede manifestarse, de manera evidente (mediante cambios en usos, significaciones y condiciones materiales) o, como el monolito de la Coyolxauqui, esperar durante siglos el golpe de suerte de un martillo neumático que la revele.

Los manuscritos deben tener entre 5000 y 6000 palabras (incluidas notas y bibliografía) y deben estar acompañados por un resumen de 200 palabras, así como información sobre el autor (posición académica, areas de investigación, publicaciones recientes) de unos 10 renglones, así como 5 palabras claves para identificar el contenido del artículo tanto en español como en inglés. La hoja de estilo puede encontrarse en: https://www.imex-revista.com/ediciones/publicar-en-imex/#2.

Los artículos y las reseñas pueden enviarse a las direcciones de correo electrónico del Prof. Dr. José Ramón Ruisánchez (jrruisanchez@uh.edu) y de la Prof. Dr. Yasmin Temelli (Yasmin.Temelli@uni-siegen.de) hasta el 30 de septiembre del 2021 en formato ‘Microsoft Word’.

Beitrag von: Yasmin Temelli

Redaktion: Robert Hesselbach